Ciencia Ciudadana en México

Diana Ramírez Sánchez, Michelle García Arroyo, Juan Carlos Serio Silva

Crisis. Es la palabra predilecta grabada en la mente de cualquier persona involucrada en las ciencias, particularmente para aquellos que se desempeñan en las ciencias ambientales al ser las más comprometidas en generar conocimiento que evidencia el preocupante estado en el que nos encontramos todas las especies que compartimos el único planeta-hogar que tenemos. La magnitud de la destrucción y explotación de la biodiversidad son tan sólo una muestra del alcance que han tenido las acciones humanas sobre el planeta. 

Mucho se ha dicho sobre esta determinante etapa del desarrollo de la humanidad, en la que frecuentemente escuchamos que “somos la última generación que tiene la oportunidad de evitar seguir por un camino sin retorno que de manera irreversible nos llevará hacia nuestra autodestrucción”. Dichas profecías nos impactan y nos involucran como en un juego de lotería donde nos hemos “sacado el premio” de frustración e incertidumbre, sin haber pedido participar en el juego. Si bien esta estrategia de impacto puede ser altamente efectiva para algunos individuos que reflexionan con acciones prácticas para mejorar el ambiente, la gran mayoría de la sociedad refleja la falta de interés y desconexión que tiene sobre la naturaleza.

La percepción de la naturaleza en la mayoría de las personas suele estar dominada por un valor únicamente estético, carente de información sobre los privilegios que nos brinda. Esto se convierte en el principal desafío para cambiar el curso de nuestra constante crisis ambiental. Y aunque la problemática de raíz es densa y profunda, se abre ante nosotros un abanico de posibilidades para reconectarnos con la naturaleza.

Una de estas posibilidades para transformar para bien las actividades con impacto ambiental, es la “Comunicación de la Ciencia”, que se ha abierto camino en este siglo desde el surgimiento de las mismas ciencias naturales con los grandes naturalistas como Charles Darwin o Ernst Haeckel. Con sus ilustraciones ellos nos permitieron apreciar un nuevo mundo que siempre ha sido el nuestro pero visto con otro lente.

Hoy en día la comunicación de la ciencia se apoya de tres herramientas para transmitir su mensaje: el periodismo científico, la interacción en línea y los eventos en vivo. Estas herramientas han permitido hacer que la información llegue a todo el globo de forma rápida y eficiente. Sin embargo, esto no es suficiente si no se desarrolla una parte artística y cargada de emociones en la que el emisor tenga la capacidad de contagiar su propia pasión a través del mensaje.

Este es el punto crítico en la comunicación de la ciencia, representado como un abismo abrumador entre el mundo de la ciencia y la sociedad. Diversas instituciones han realizado arduo trabajo para alcanzar este grado de multidisciplinariedad al momento de comunicar y que se logre un impacto en nuestra interacción con el ambiente. Siempre tratando de manejar el discurso adecuadamente, con las palabras correctas para transmitir la información, ya que en el camino del mensaje intervienen factores culturales capaces de distorsionarlo.

Uno de los esfuerzos recientes más fructíferos ha sido la invitación a que la sociedad participe en la creación de la ciencia misma. Generando en esta iniciativa, hace apenas unas décadas atrás, una herramienta prometedora: La ciencia ciudadana. Esta busca involucrar al público en general en actividades científicas que fomenten su contribución activa en la investigación a través de su esfuerzo intelectual, su conocimiento general o el uso de sus herramientas y recursos.

Todos los ciudadanos son capaces de aportar datos experimentados creando al mismo tiempo un avance en la cultura científica del público en general. Un ejemplo a nivel mundial es la plataforma virtual creada por la Comisión Nacional para el Conocimiento de la Biodiversidad (CONABIO) (www.conabio.gob.mx) denominada ‘NaturaLista’(www.naturalista.mx), donde se busca involucrar al “ciudadano de a pie” para registrar y compartir observaciones de fauna y flora con el fin de aumentar el conocimiento sobre la biodiversidad mexicana, y de forma similar con la plataforma denominada ‘aVerAves’(https://ebird.org/averaves/home). Y como estas existen muchas otras cuyo objetivo es brindar información y herramientas para crear reflexiones y preguntas que muevan la visión del público, permitiendo que vuelvan a hacer suya la biodiversidad que los rodea.

A pesar de la evidente importancia de estas contribuciones de ciencia ciudadana, aún se corre el riesgo de que estas queden reducidas a una pequeña parcela de la educación ambiental o en resultados anecdóticos. No obstante, han transcendido situaciones en las que gracias a la existencia de listas en estas plataformas se ha logrado evitar proyectos devastadores para el medio ambiente o la descripción de nuevas especies de flora y fauna que no habían sido reportadas para la humanidad.

Este movimiento ha tomado impulso a nivel mundial, por lo que es importante continuar y darles mayor importancia a estas actividades, tal como lo han expuesto algunos investigadores que remarcan el papel marginal que representan los esfuerzos de ciencia ciudadana frente a contenidos más tradicionales en los currículos. Es imperativo resaltar e implementar de forma metódica esta información a largo plazo para que no sobreviva únicamente en la percepción de los pocos involucrados en el proceso dentro del eje de la sociedad y se les otorgue el valor académico adecuado para que así el mayor número de científicos pueda implementarlo.

El futuro de nuestro planeta depende de un radical cambio de actitud, en el cual todos los sectores de la sociedad son actores fundamentales. En todos nosotros reside la capacidad de tomar las acciones necesarias que nos acerquen a una existencia en armonía con la naturaleza.