Algunas consideraciones sobre la Evolución

Alejandro Espinosa de los Monteros

Hace unos días fui invitado a una reunión. Había cerca de 20 personas pero como parece ser la nueva costumbre, la conversación era ocasional. No faltaba la televisión en el comedor y en la sala, de tal forma que el que no veía alguna de ellas se encontraba platicando por el celular. Que irónico, pensé, rodeados de gente y platicando con personas virtuales. Bueno, es cierto que en ocasiones se acaban los temas de conversación. En las reuniones pretecnológicas del siglo pasado cuando esto pasaba no faltaba quien propusiera algún juego para animar el ambiente. Uno muy popular era “teléfono descompuesto”. Para aquellos que no lo conozcan, la dinámica va así: el iniciador del juego cuenta en secreto una historia a la persona sentada a su derecha, esta a su vez tiene que repetir lo mismo a la siguiente persona, y así hasta llegar al ultimo de los participantes que dice en voz alta lo que le llegó.

Por lo general, la historia es tergiversada a tal grado de que al final no tiene nada que ver con la versión original.

La ciencia esta plagada del efecto “teléfono descompuesto”. La Teoría Evolutiva es un ejemplo de esto. Es por ello que en los siguientes párrafos quisiera aclarar imprecisiones, y desmentir mitos que han rodeado a este fundamental tema dentro de las ciencias biológicas. Es posible que la idea errónea más común alrededor de la Teoría de la Evolución sea producto del mismo nombre. La gran mayoría de las personas cuando usa la palabra “teoría” se refiere a algo que tal vez pudiera ser, pero que no se ha comprobado. En la ciencia esto es lo que conocemos como una “hipótesis” (una posible explicación, que debe ser puesta a prueba experimentalmente, a un fenómeno observado). Teoría, en el ámbito científico, es un conjunto de conocimientos solidos que han pasado por pruebas rigurosas y que dada esta consistencia permite hacer predicciones e inferencias. Una Teoría permite generar modelos científicos que logran explicar o interpretan nuevas observaciones, basándose en sus principios internos y postulados. La evolución no es una hipótesis, no es un supuesto, es un hecho irrefutable; sin embargo, esto no quiere decir que sepamos absolutamente todo sobre ella. Como cualquier otra teoría científica, la evolutiva esta sujeta a ser complementada, poniendo a prueba sus predicciones por medio de nuevos y más rigurosos diseños experimentales. Incluso puede ser modificada o corregida, siguiendo un severo razonamiento inductivo.

Muchos piensan que el primer evolucionista y desarrollador de la Teoría de la Evolución fue Charles Darwin. Esto no es del todo correcto. En el prólogo de la sexta edición de El Origen de las Especies (que por cierto, su titulo completo es: El Origen de las Especies por Medio de Selección Natural o la Preservación de las Razas Favorecidas en la Lucha por la Vida), Darwin menciona 42 precursores del estudio de la evolución de cuyos trabajos se inspiró y basó algunas de sus ideas. Como anécdota mencionare a Erasmus Darwin, abuelo de Charles, quien fue acusado por la familia de meterle ideas locas en la cabeza al joven Darwin. Una influencia importante fue Thomas Malthus (1766-1834), quien curiosamente no era un naturalista, era un clérigo anglicano interesado en economía y política. Sin embargo, sus ensayos sobre el crecimiento poblacional y la producción de alimentos fueron claves en las ideas evolucionistas de Darwin y de muchos otros. Un siglo antes que Darwin, George Louis Leclerc (1707-1788) más conocido como el Conde de Buffon publicó sus ensayos sobre historia natural poniendo en duda la inmutabilidad de las especies. De hecho, la idea de la transmutación de los organismos es antiquísima. Anaximandro de Mileto (610-547 A.C.) tras muchos años de observar la naturaleza llegó a lo que el llamó el principio del fenómeno húmedo. El decía: “La Tierra en un principio era líquida, y por el proceso de disociación, lo húmedo dio lugar a lo viviente. El hombre tuvo como primeros antepasados a los peces y luego a otros animales primitivos”. Tuvieron que pasar 2,300 años para que Darwin llegara esencialmente a la misma conclusión. A mediados del siglo XIX la salida del closet de las ideas evolutivas era inevitable. En el monasterio agustino de Santo Tomás Apóstol en Moravia, Gregorio Mendel (1822-1884) determinaba las leyes de la herencia genética. En el otro lado del mundo, más precisamente en el archipiélago Malayo, el naturalista Alfred Russel Wallace (1823-1913) llegaba prácticamente a las mismas conclusiones que Darwin. De hecho, una carta que recibe en 1856 por parte de Wallace en la cual le describe sus ideas sobre la evolución es uno de los detonantes para que Darwin se decidiera finalmente a escribir El Origen de las Especies.

En 1809 el botánico y guardián de los herbarios del rey de Francia, Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829), daba a conocer sus ideas sobre la evolución. Para el, el proceso evolutivo es consecuencia de las circunstancias ambientales que crean una necesidad en los organismos; tal necesidad produce cambios conductuales que al paso del tiempo conllevan a modificaciones debido al uso o desuso de determinado órgano o estructura, y que al final de cuentas los “medios de la naturaleza” son responsables de fijar las modificaciones en las especies. En la actualidad se sigue invocando el proceso de uso y desuso impulsado por una necesidad interna de los organismos como una de las explicaciones del cambio evolutivo. Por ejemplo, muchos habrán escuchado que los peces ciegos de las cuevas perdieron los ojos ya que al vivir en un ambiente sin luz dejaron de utilizar el sentido de la vista. Sabemos que esto es incorrecto, ya que para que la evolución pueda actuar, los cambios deben estar codificados genéticamente para que puedan pasar a los descendientes y así mantenerse o modificarse en las especies a lo largo del tiempo. El hijo de alguien que carga pesas en el gimnasio nace con la misma consistencia y masa muscular que el hijo de alguien que en su vida haya hecho ejercicio.

Cuando escucho la frase: “La lucha por la vida y la sobrevivencia del más fuerte” solo puedo pensar en que la Inglaterra Victoriana era un lugar muy violento. La frase es atribuida a Darwin y es considerada uno de los teoremas principales en la teoría de la evolución. Esto es una imprecisión más. Aunque si escribió “lucha por la vida” (“the struggle for life”; parte final del titulo original de el Origen de las Especies), el nunca dijo “la sobrevivencia del más fuerte”. Esto es una tergiversación de la frase: the survival of the fittest (la sobrevivencia del más apto). Un organismo apto, es aquel que en sus genes tiene la información adecuada para resolver eficientemente un problema planteado por el medio. Un organismo alto y fuerte podría alcanzar los frutos de un árbol; sin embargo, uno pequeño y ágil para trepar podría llegar a muchos más frutos que se encontraran en las ramas altas y delgadas. Un individuo fuerte tal vez pueda ser capaz de enfrentar y en ocasiones sobrevivir a el ataque de un depredador; pero, uno ligero y veloz puede escapar fácilmente sin sufrir daños. Lamentablemente, “la lucha por la vida y la sobrevivencia del más fuerte” a servido en los últimos 150 años para justificar genocidios, racismo, xenofobia y muchas otras conductas humanas deplorables.

Quisiera concluir con lo siguiente, muchas personas me han preguntado: Usted cree en la evolución? Sin dudarlo les respondo: Por supuesto que no! Creemos en cosas sobrenaturales; por ejemplo, creemos en la hechicería, en los espantos, en el más allá, etc. La Evolución Biológica la entendemos, es un proceso natural que ha afectado a la vida de nuestro planeta desde hace tres mil quinientos millones de años generando así todos los millones de especies que comparten con nosotros este pequeño planeta.