Plantas y hormigas: la ayuda mutua como lección de de vida

Betsabé Ruiz-Guerra y Armando Aguirre-Jaimes

Los humanos somos seres sociales que necesitamos relacionarnos entre nosotros y con otros organismos para sobrevivir. Algunas relaciones generan beneficios (alimento, compañía, materias primas, medicamentos, entre otros), sin embargo, hay otras que son perjudiciales al afectar la salud y el bienestar.

Al igual que nosotros, las especies interactúan en la naturaleza al convivir en intrincadas redes de interacciones donde participan distintos organismos animales y vegetales, lo cual beneficia la sobrevivencia de las especies y el funcionamiento de los ecosistemas. Existen, relaciones positivas, es decir, los dos organismos obtiene algún beneficio, pero también hay relaciones negativas que implican afectación para uno de los interactuantes y beneficio para el otro.

Uno de los casos más fascinantes de interacción positiva en la naturaleza es protagonizado por plantas y hormigas. En dicha relación, las plantas generalmente proveen de refugio y alimento a las hormigas, mientras que ellas defienden a las plantas de los herbívoros, que pueden ser insectos o mamíferos, e incluso hay ocasiones en que atacan a plantas que le hagan sombra o que intenten estar encima de su planta anfritriona. En otras palabras, las hormigas actúan como guardaespaldas a cambio de comida y protección.

Dichas interacciones suceden en casi todo el mundo, pero su frecuencia incrementa en las regiones tropicales, tal como demuestran tres ejemplos en las selvas tropicales del estado de Veracruz. El caso que más interés y estudios ha propiciado es el del cornezuelo (Acacia cornigera) y las hormigas defensoras (Pseudomyrmex ferrugineus). Estas últimas se caracterizan por ser agresivas y defender ferozmente a su planta hospedera, como se manifiesta en los estudios del ecólogo Daniel Janzen, mismos que mostraron que cuando las acacias no tienen hormigas la planta sufre daños severos que pueden provocarle la muerte (Figura 1).

En primera instancia, las hormigas no actúan de manera altruista. A cambio de sus servicios reciben de la planta un hogar en las espinas huecas y dos tipos de alimento: uno rico en glucógeno, presente en la punta de las hojas más jóvenes (cuerpos de Belt) y otro secretado en la base de las hojas (néctar extrafloral). Sin embargo, estudios recientes de un grupo de investigadores del CINVESTAV-Irapuato, encabezados por el Dr. Martin Heil, descubrieron que el néctar extrafloral contiene un conjunto de enzimas inhibidoras de sacarosa que una vez consumido por las hormigas les impide la digestión de cualquier otro tipo de néctar, lo que las hace dependientes de su planta hospedera en temas de alimentación.

No obstante, la presencia de hormigas en la planta representa una paradoja: los insectos ahuyentan a los herbívoros pero también podrían representar un riesgo para los polinizadores, quienes son los principales encargados de transportar el polen y dar continuidad a la reproducción vegetal. Para contrarrestar esta posibilidad, algunas especies de flores presentan estructuras que les impiden acercarse a las hormigas. Además, hay algunas especies de plantas en las que sus flores producen sustancias químicas repelentes de hormigas, y la planta produce dosis extra de néctar extrafloral para captar la atención de las hormigas y evitar que se acerquen a las flores. De está manera, la planta recibe protección, y ofrece alimento y refugio para las hormigas, y todo esto sin interferir con el papel de los polinizadores.

El segundo ejemplo es el guarumbo (Cecropia obtusifolia), planta que, al igual que las acacias desarrolló a lo largo de su evolución la capacidad de generar glucógeno, azúcar producida únicamente por animales, pero que en este caso sirve para atraer a las hormigas del género Azteca, quienes son carnívoras. La planta les ofrece alimento a través de secreciones ricas en glucógeno localizadas en la base de los peciolos de las hojas (cuerpos de Müller), mientras que las hormigas protegen a la planta contra potenciales depredadores herbívoros y sólo permiten una colonia por árbol (Figura 2).

Finalmente, nos encontramos con el caso de los árboles de Sochicahue (Cordia alliodora), los cuáles presentan en sus ramas unas protuberancias o engrosamientos (domacios) que están huecos, dentro de ellos habitan pequeñas chinches que secretan una solución azucarada que consumen las hormigas (Azteca pittieri) y éstas defienden tanto a la planta como a las chinches de sus potenciales depredadores (Figura 3).

La interacción entre hormigas y plantas ilustran las complejas relaciones que existen en la naturaleza y nos muestran que la ayuda mutua es relevante para enfrentar los retos de la vida. Ante la situación de contingencia sanitaria que enfrentamos, vale la pena mirar la naturaleza, comprender sus lecciones y esforzarnos por mejorar el mundo que habitamos.

 

Pie de Figuras

Foto 1. Acacia cornígera y sus hormigas asociadas (Pseudomyrmex ferrugineus) Crédito: Armando Aguirre Jaimes

Foto 2. Cecropia obtusifolia y sus hormigas asociadas (Azteca sp). Crédito: Armando Aguirre Jaimes

Foto 3. Cordia alliodora y sus hormigas asociadas (Azteca pittieri). Crédito: Armando Aguirre Jaimes