Los lepidópteros, mejor conocidos como mariposas, son uno de los grupos de los miles de organismos que se ven afectados por todas estas situaciones. ¿Has escuchado la frase “en mis tiempos veía muchas mariposas en los charcos” o “en tal lugar había tantas mariposas y de distintos colores que jugábamos a atraparlas”? Estas expresiones evidencian el cambio en la abundancia y diversidad de estos insectos en la región, pues debido a la pérdida de su hábitat algunas especies se han desplazado hacia otras zonas en las que encuentran las condiciones apropiadas para su desarrollo. 

Ante este panorama, afortunadamente podemos actuar en beneficio de las mariposas y nosotros mismos a través de la creación de jardines de mariposas, los cuales están diseñados para ofrecerles alimento, refugio y descanso, además de funcionar como sitios de observación de múltiples interacciones. Como ya sabemos, las mariposas son insectos con un ciclo de vida llamado metamorfosis que consta de cuatro fases: huevo, larva u oruga, crisálida y adulto, todas ellas dependientes de las plantas. La mariposa adulta vuela hacia una planta hospedera para depositar los huevos (ovipositar) que lleva en el interior de su abdomen; posteriormente eclosionan y las orugas que de ellos salen se alimentan de dicha planta hasta convertirse en una crisálida de la cual, después de un tiempo, emerge el adulto. Durante la última fase, la mariposa se alimenta principalmente del néctar de las flores. 

Pero ¿cualquier planta atrae a las mariposas? La respuesta es no; en el caso de plantas hospederas, es decir, en las que ovipositan, son específicas para cada especie; algunas de ellas son los cítricos, las pasifloras como el maracuyá, algunas palmas y la ruda. Respecto a las plantas de néctar las flores deben ser de un tamaño, forma y color particular; por lo regular son pequeñas flores con forma tubular y de colores rojo, amarillo, rosado, anaranjado, azul y violeta; por ejemplo, dalias, zinias o cabezonas, cinco negritos, pentas, margaritas y bugambilias. Las plantas que les sirven de refugio se caracterizan por tener hojas grandes y abundante follaje; en ellas pueden guarecerse de la lluvia, de fuertes ráfagas de viento y de algunos depredadores. Además de estos elementos, también se deben incluir en el jardín pequeños cuerpos de agua a manera de charcos que junto con la tierra y piedras que lo conformen les proporcionen sales minerales. Es importante considerar que la mayor parte de este espacio reciba luz solar directa, pues las mariposas son insectos que dependen de la temperatura ambiental. 

Recordemos que nuestro objetivo es brindar espacios saludables en los que las mariposas puedan llevar a cabo su ciclo de vida, por lo que el cuidado de nuestro jardín excluye el uso de compuestos químicos que en lugar de beneficiarlas las afecten. No es necesario contar con un área grande para establecer tu jardín, puedes diseñarlo usando plantas en macetas colocadas cerca de ventanas o en balcones. 

Sabremos que hemos tenido éxito con nuestro jardín si en él encontramos hojas mordidas por pequeñas orugas que podrás monitorear hasta que se transformen en hermosas mariposas. De esta forma sencilla y divertida estarás contribuyendo al cuidado y conservación de las mariposas de tu región.