Aunque se trata de un término relativo utilizado de manera discrecional por las diferentes casas editoriales, ciertamente es un indicador de la aceptación de un libro por el público. Estébanez-Calderon señala que el término apareció por los años veinte del siglo pasado para referirse a un “…libro que, en determinado periodo de tiempo, había conseguido una mayor venta y difusión nacional o internacional…”, y que “buena parte de los bestsellers contemporáneos ha llegado a serlo como consecuencia de una bien organizada promoción propagandística dirigida por las industrias editoriales que ha tenido en cuenta los gustos, exigencias de consumo y expectativas de un público de masas.” 

En el siglo XIX no existía este concepto, pero había otros indicadores del éxito de un libro en el público lector, tales como la velocidad de venta de la obra, la cantidad de ejemplares vendidos o el número de traducciones hechas. 

Charles Darwin fue uno de los más grandes científicos del siglo XIX; su teoría de la selección natural revolucionó la biología y todo el ámbito de las creencias sobre el origen del hombre. En esta teoría la naturaleza, mediante un mecanismo de selección sobre la variación existente en los individuos de cada especie, modificó a las especies generación tras generación para convertirlas después de cientos de miles de años en entidades distintas. Darwin publicó numerosos artículos científicos y alrededor de 17 libros, la mayoría de ellos dirigidos al público docto y científico de la segunda mitad del siglo XIX. 

De todos los libros escritos por Darwin, el de mayor impacto sigue siendo sin lugar a dudas el libro sobre la selección natural (El origen de las especies, 1859), que a la fecha se sigue editando en varios idiomas ya que se trata de una obra de consulta obligada para todo aquel interesado en la teoría de la evolución biológica. Otros libros que por sus implicaciones filosóficas se han continuado vendiendo lo largo de los años son los 

relacionados con el hombre (La Evolución del hombre, 1871 y La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, 1872). Con excepción de su última obra, el resto de los libros de Darwin (por ejemplo los relacionados con el movimiento y fertilización de las plantas, el origen de los arrecifes de coral, las plantas insectívoras, la forma de las flores, la fertilización en orquídeas, etc.) tuvieron en su momento una buena acogida, aunque nada fuera de lo esperado. 

El 10 de octubre de 1881, la editorial John Murray de Londres publicó el último libro de Darwin titulado “The Formation of Vegetable Mould through the Action of Worms, with Observations on their Habits” (La formación del mantillo vegetal por la acción de las lombrices con observaciones sobre sus hábitos), pues seis meses más tarde (19 de abril de 1882) dejaba de existir uno de los más grandes científicos de todos los tiempos. El tiraje fue de 2 mil ejemplares que se agotaron ¡el mismo día en que salieron a la venta! Fue tal su éxito que para noviembre se sacó a la venta una segunda edición de 1500 ejemplares. Para enero de 1884, dos años y tres meses después de su publicación, se habían vendido 8500 copias del libro en 5 ediciones. Esta cantidad de libros vendidos (algo así como 315 libros por mes), ¿fue algo extraordinario? ¿O estaba dentro de los estándares de venta de las obras de Darwin? En comparación con su obra más famosa sobre la selección natural, podemos decir que el libro de las lombrices y la formación del mantillo fue un verdadero “best seller”. Por ejemplo mientras que del “Origen de las especies” se vendieron 3250 ejemplares durante el primer año, de “La formación del mantillo por acción de las lombrices de tierra” se vendieron 3500 ejemplares tan solo en los dos primeros meses de su publicación. De hecho no había pasado ni un año cuando ya se habían hecho las traducciones al francés, ruso y alemán. 

El mismo Darwin no se imaginaba que este libro fuera a tener tanto éxito. Tanto en su nutrida correspondencia como en su autobiografía, podemos constatar la opinión de Darwin sobre esta obra: “un tema de pequeña importancia” (p. 52 de su autobiografía), “será un pequeño libro curioso” (carta a J.V. Carus, 21 de septiembre de 1880), “un pequeño libro para un ratito” (carta a J.V. Carus, 23 de marzo de 1881) y “el tema se ha convertido en una manía y quizás lo he tratado con demasiado detalle” (carta a J.V. Carus, 29 de junio de 1881). 

¿Por qué se vendió tanto el libro de Darwin que trataba sobre las lombrices de tierra y su papel en la formación del mantillo? Parece ser que fueron dos los aspectos determinantes de este gran éxito: i) el renombre que ya tenía Darwin y ii) que se trató de un libro accesible para el público en general y sobre todo para los granjeros y jardineros. El libro del mantillo y las lombrices de tierra fue un libro que trataba sobre campos, rocas calizas, terrenos arados, enterramiento de ruinas, erosión o denudación de la tierra, hábitos y posible inteligencia de las lombrices, entre otros aspectos. A diferencia de sus otros libros, los temas abordados en este libro resultaron mucho más asequibles para la gente común y corriente del campo y, sobre todo, no tocaban fibras sensibles de la sociedad conservadora inglesa victoriana del siglo XIX. 

Darwin siempre consideró a las lombrices como animales dignos de ser estudiados, pues se refirió a ellas como como “su pasión” (carta a H.h. Johnson, 14 de noviembre de 1880), sus “amadas lombrices” (en una carta de Emma Darwin a T.H Farrer, el 4 de diciembre de 1877) y que “las lombrices podrían revolucionar al mundo” (carta de M.C. Stanley a C. Darwin el 16 de octubre de 1881). Resulta por tanto difícil imaginar que habría sido del estudio de estos gusanos de no haber aparecido el libro de Darwin. Seguramente la imagen que se tiene de una lombriz trabajadora y benéfica para el ser humano habría tardado mucho más en aparecer. 

En resumen, la última obra de Darwin fue todo un “best seller” entre los jardineros, agricultores y gente del campo que vieron en este pequeño libro la posibilidad de utilizar a los gusanos del suelo para mejorar la fertilidad de sus tierras. A partir de entonces la popularidad y el estudio de las lombrices fue en ascenso, de tal modo que actualmente casi todos los granjeros del mundo consideran a las lombrices como animales benéficos para sus tierras. 

* Investigador de la Red de Biodiversidad y Sistemática del INECOL y especialista en la ecología y taxonomía de las lombrices de tierra. 

 

NOTA: Este artículo está basado en la introducción a la versión en español del libro sobre el mantillo, publicada en el año 2011: Darwin, C. 1881. La Formación del Mantillo Vegetal por la Acción de las Lombrices. Con Observaciones sobre sus Hábitos. Ed. Catarata, Facultad de Ciencias UNAM y Academia Mexicana de Ciencias. (2011). 229 pp. (Introducción, traducción y notas de Carlos Fragoso).