Por definición, los humedales son todos aquellos ambientes en los cuales el principal componente es el agua. Ejemplo de humedales son los pantanos y turberas, marismas, superficies de agua tanto naturales como artificiales, permanentes o temporales, dulces o salobres (entendemos por salobre a la combinación de agua dulce con agua de mar), cuya profundidad no exceda los 6 metros de profundidad.

Los humedales, por estar en la zona de transición entre los ambientes acuáticos y terrestres, tienen límites poco definidos y en algunos casos la presencia de agua es poco visible. Aún los manglares, que en determinadas épocas del año se encuentran secos y en temporadas de lluvias pueden alcanzar más de un metro de inundación.       

Los manglares representan unos de los ecosistemas más importantes en México y el mundo por su alta productividad y por la gran variedad de servicios ambientales que nos prestan. Profundicemos un poco más acerca de los manglares, sí, de esos árboles torcidos que observamos cuándo hacemos recorridos en lancha por lagunas como la de Alvarado, Sontecomapan o Tamiahua, sólo por mencionar algunas. Vemos cómo enverdecen los bordes de lagunas, esteros y ríos,  parecieran árboles comunes, pero no lo son. Algo muy característico de los árboles de mangle es su tolerancia a la salinidad, por lo cual desarrollaron adaptaciones que le permiten “desalar” el agua que aprovechan para su desarrollo. Podemos encontrarlos en suelos carentes de oxígeno por estar saturados de agua, lo que enfrentan con otra de sus características, las raíces aéreas o pneumatóforos. Las raíces de los árboles de mangle crecen a la inversa, es decir de arriba hacia abajo, lo cual permite que tomen aire de la atmósfera y lo lleven a las raíces más finas de alimentación, favoreciendo su oxigenación. Por último, son plantas vivíparas porque las semillas germinan en la planta madre y son plántulas las que se desprenden del árbol

En el estado de Veracruz se pueden identificar cuatro especies de las 70 que se encuentran reportadas a nivel mundial; las especies comunes para nuestro territorio son: mangle negro (Avicennia germinans), mangle blanco (Laguncularia racemosa), mangle rojo (Rhizophora mangle) y mangle botoncillo (Conocarpus erectus). Las cuatro están legalmente en la categoría de amenazadas, de acuerdo a lo especificado en la NOM-059-SEMARNAT-2010. La distribución de los manglares a lo largo de la franja costera, va a estar influenciada por la temperatura, la geomorfología, el relieve, la salinidad y el sustrato, lo que favorece su establecimiento y desarrollo.    

Desde el punto de vista biológico, los bosques de manglar forman asociaciones con otras especies, como en el caso de los manglares de Sontecomapan: ahí podemos encontrar una gran diversidad de orquídeas, brómelias y helechos que interactúan en armonía con el paisaje. En cuanto a la fauna asociada, hay una gran cantidad de especies, entre ellas el cocodrilo de Morelet, boas, mapaches,  pericos, garzas, osos hormigueros, y una gran diversidad de mariposas, sólo por mencionar algunos, constituyendo así ambientes altamente diversos. Son altamente productivos, sus raíces son un excelente sitio de anidación para peces, crustáceos y moluscos en tanto que las ramas son usadas por aves residentes y migratorias, como un hábitat ideal para refugiarse y cuidado de sus crías.

En el ámbito pesquero, los manglares son de vital importancia, ya que son cuneros del 70% de las especies de importancia para la pesca se desarrollan en estos ambientes, son zonas de amortiguamiento y protegen a las comunidades contra los embates de huracanes y otros fenómenos naturales. 

 

Acciones para conservar los manglares

Desafortunadamente, en la actualidad, se siguen degradando estos ecosistemas. Hace falta difundir el conocimiento acerca de los servicios que nos brindan. El cambio de uso de suelo por ganadería o desarrollo de infraestructura han sido las principales actividades que han acabado con considerables extensiones de manglar. Es importante que la sociedad actúe en torno al aprovechamiento racional de estos ambientes. Deben realizarse programas de educación ambiental en escuelas y actividades ecoturísticas, establecer jornadas de rehabilitación y restauración en áreas afectadas para el establecimiento de estos árboles. Asegurar la conservación y el buen funcionamiento de estos ecosistemas depende de la participación conjunta de la sociedad-gobierno-investigación. Aportando  el conocimiento, ejerciendo la normatividad y divulgando los datos obtenidos a través de monitoreos a largo plazo, se favorecerá  la conservación y aprovechamiento sustentable de los manglares.