En muchos ríos del Estado de Veracruz, y de otros sitios de la República Mexicana, podemos encontrar a un mamífero semi-acuático cuyo nombre científico es Lontra longicaudis, su nombre vulgar es nutria neotropical y la gente local lo conoce como perro de agua. El neotrópico es la zona correspondiente a la zona sur de México, Centroamérica y la parte norte del continente Sudamericano y es precisamente la región que ocupa esta especie.

Las nutrias son mamíferos del orden Carnívora y la familia Mustelidae con un peso que, en los adultos, puede ir de los 10 a los 15 kg. Las nutrias tienen hábitos territoriales y la mayor parte del año viven de manera solitaria, exceptuando la época de apareamiento y los primeros meses después del parto, porque las crías permanecen al lado de la madre.

Los perros de agua se alimentan de peces, crustáceos, anfibios, insectos, aves y algunos mamíferos pequeños, lo que las convierte en depredadores tope. Esto quiere decir que en su red de alimentación es el último consumidor, ninguna especie animal se alimenta de las nutrias en la naturaleza, habitualmente. El hombre es también un depredador tope y esta semejanza fisiológica con la nutria es la que aprovechamos en nuestro grupo de trabajo para descifrar diversos aspectos tanto de las nutrias como de las comunidades humanas.

Una de las principales amenazas que enfrenta el perro de agua en México es la contaminación de los ríos, su hábitat natural. La contaminación con residuos industriales, domésticos y agropecuarios disminuyen la calidad del agua, la disponibilidad de los recursos alimenticios para la nutria e incluso puede alterar su salud. Si esto ocurre con las nutrias, seguramente ocurrirá con las comunidades humanas que consumen los mismos recursos que las nutrias.

 

Las nutrias y los plaguicidas

Los plaguicidas organoclorados son sustancias que se emplean en el control de plagas en los cultivos, de ectoparásitos del ganado y de vectores de enfermedades como el paludismo. Estos compuestos son difíciles de degradar por lo que persisten durante semanas o décadas en el ambiente y, cuando son absorbidos a través de la respiración, la ingesta o la piel en cantidades pequeñas, permanecen asociados a la grasa de los animales sin eliminarse. Esto se conoce como bioacumulación. Se sabe además que los plaguicidas organoclorados son biomagnificables, es decir que cuando pasan de un animal a otro a través de la cadena trófica, las cantidades acumuladas en los tejidos se van incrementando. De esta manera, estos compuestos pueden alcanzar concentraciones tóxicas que generan daños en el sistema reproductivo, nervioso, inmune e incluso propiciar el desarrollo de cáncer. Por otro lado, por su parecido estructural con las hormonas esteroides, pueden alterar el desarrollo embrionario, la fertilidad o el balance de la energía para realizar funciones vitales.

Nuestros estudios indican que en los ríos La Antigua y Jamapa los perros de agua, y los peces y crustáceos de los que se alimenta, contienen varios plaguicidas cuyo uso está prohibido o restringido en México. Es probable que estos plaguicidas hayan permanecido en el ambiente por décadas, desde que eran utilizados. Las cantidades de estos plaguicidas que pudimos medir podrían disminuir el número de crías por camada de la nutria o afectar las concentraciones de cortisol, que es una hormona que le permite a la nutria regular la energía que adquiere de sus alimentos.

 

La nutrias y los metales pesados

Los metales pesados son considerados como los contaminantes más peligrosos para la salud del hombre y la vida acuática. Se encuentran de forma natural en los ecosistemas pero sus concentraciones han aumentado por las descargas de aguas residuales de las ciudades, los complejos industriales, los ingenios azucareros, los desechos de minería, el tránsito de lanchas de motor en los cuerpos de agua, los fertilizantes y los herbicidas usados en los campos de cultivo. Los metales pesados pueden ingerirse con los alimentos y una vez en el organismo causan daño a los riñones, al hígado y al sistema nervioso central; disminuyen la capacidad auditiva y el crecimiento; causan hipertensión; edema; enfisema; fibrosis pulmonar; alteraciones óseas; fallos en el aparato reproductor y cáncer.

En ríos de los municipios de Actopan y Alvarado hicimos un estudio midiendo mercurio, plomo y cadmio, encontrando que tanto el agua, el sedimento del lecho del río, los peces, los crustáceos y los perros de agua tienen concentraciones importantes de estos tres metales. Estas concentraciones son incluso mayores a las permitidas por las leyes mexicanas para la protección de la vida acuática y, en el caso del agua, para el consumo humano. En la época seca del año, cuando nacen los cachorros del perro de agua, las cantidades de metales pesados fueron mayores, con lo cual los mismos pueden transferirse de madres a crías a través de la leche materna. En la época de lluvias los contaminantes son acarreados a las zonas de los ríos cercanas al mar donde existen actividades recreativas y consumo de alimentos contaminados, lo que genera un riesgo para las nutrias e igualmente para el ser humano.

Vemos así que al conocer el estado de salud de depredadores como la nutria podemos tener una idea del estado de las poblaciones humanas, pues una y otras utilizan los mismos recursos acuáticos. La conservación de los perros de agua, de la vida silvestre y del hombre mismo, parecería requerir de medidas que permitan elevar la calidad del agua y sus recursos.

En el artículo anterior sobre el perro doméstico y los lobos comentábamos que los perros son guardianes de nuestros bienes. Podemos ver como los perros de agua pueden, del mismo modo que los perros domésticos, cuidar nuestra vida al darnos una señal sobre la calidad del ambiente en el que estamos viviendo.

Si no los conoces y deseas saber cómo son los perros de agua, o si quisieras verlos en vivo, puedes visitar el Acuario.