Palabras clave: océanos, mares, ciclo hidrológico

¿Quién no se ha doblegado ante el tono guapachoso de la célebre estrofa “En el mar la vida es más sabrosa”? como evitar esa imagen fotográfica de nuestra memoria traicionera que nos enmarca en una playa soleada, con el sonido del vaivén de las olitas y las gaviotas, y obvio, nuestros piececitos bien en alto a contraluz de ese azul formado entre el cielo y el mar. ¡Inevitable no pensar que sí, en el mar la vida es más que sabrosa! Peeeero, esta corresponde a la visión (vacacional) humana. La realidad es que la vida en los mares y océanos se pone cada vez más pasmosa y nuevamente somos la especie villana de la historia.

Quizá su magnitud y el hecho de que los océanos cubran dos tercios de nuestro planeta nos ha llevado a pensar que son inagotables o que siempre han estado ahí y no van a cambiar, al menos en el corto tiempo de la vida humana. Sin embargo, la ciencia nos explica que el que la Tierra sea, ni más ni menos, que el “planeta azul” del sistema solar, llevó miles de millones de años en los que tuvieron que ocurrir un sin número de eventos interestelares, fenómenos naturales y en particular geológicos, además de procesos químicos. Existen diversas hipótesis para explicar el origen de los océanos, pero la más aceptada de acuerdo con las evidencias, nos dice que durante los primeros momentos de enfriamiento del planeta, hace unos 4000 millones de años, cuando era una “Tierra joven”, la masa de magma fundido en el interior liberó los gases contenidos, incluyendo el agua en forma de vapor, expulsándolos a la superficie por presión y con violentas erupciones volcánicas dando así origen a la atmósfera y al enfriarse ésta, a la hidrosfera por simple precipitación o lluvias que duraron años.

Los océanos no únicamente son un rasgo distintivo de nuestro planeta, resulta que tienen un papel fundamental en la moderación del clima, al ser un regulador térmico por el intercambio de calor entre las tierras continentales y las masas de agua y al transportar este calor del trópico a latitudes más altas. Asimismo, inciden en la composición química de la atmósfera y en el ciclo del agua. Seguramente recuerdan esa maqueta o dibujo de la primaria, que los maestros piden sin falta de tarea para representar el ciclo hidrológico, de lo que quizá no se hicieron conscientes es de la importancia del proceso o del hecho que esa maqueta representa justamente como el agua se ha mantenido desde su evaporación y precipitación hace 4000 millones de años a la fecha, reciclándose una y otra vez de los mares hacia los continentes y de regreso. Así, que, si les sorprende que seamos polvo de estrellas, que tal sumar que en este momento corre por sus venas el agua de esa tierra primitiva.

Derivado de lo anterior, gracias a la evaporación de los mares obtenemos el agua dulce necesaria para nuestra subsistencia y los beneficios no terminan ahí, además absorben grandes cantidades del dióxido de carbono que producen nuestras actividades. Conjuntamente, diversos de sus servicios se derivan de ser el lugar donde habita una vasta diversidad de organismos, desde microscópicos que generan la mayor parte del oxígeno que respiramos, hasta los animales más grandes existentes en la naturaleza o muchos más que nos sirven de alimento. De ahí que sean además la base de una parte significativa de la economía mundial, apoyando a sectores desde el turismo hasta la pesca o el transporte marítimo internacional. Por ello, la humanidad depende en más de un sentido de los océanos y mares, desde el agua que bebemos, el aire que respiramos, hasta la comida que comemos, todo puede provenir o ser transportado por el océano.

Tantas utilidades y servicios y tan poco interés de nuestra parte. A pesar de su importancia, enfrentan amenazas sin precedentes como resultado de la actividad humana, haciendo que perdamos todos los beneficios que nos brindan. El cambio climático está aumentando los niveles del mar y haciendo que el océano sea más cálido, ácido y sin oxígeno, ya que ha absorbido alrededor del 90% del exceso de calor atrapado por las emisiones de gases de efecto invernadero y un tercio del dióxido de carbono que emitimos hacia la atmosfera, es una utopía pensar que ello no tiene un efecto negativo, por más inmenso que sea. A lo anterior se suma el desarrollo insostenible a lo largo de las costas que está destruyendo arrecifes de coral, lechos de pastos marinos, marismas y bosques de manglares que albergan especies únicas, secuestran diez veces más carbono que los ecosistemas terrestres, proporcionan criaderos para los peces y protegen las costas contra las marejadas ciclónicas. La pesca excesiva y destructiva pone en riesgo los hábitats oceánicos y su biodiversidad, desde los márgenes costeros hasta las aguas abiertas y las profundidades marinas. Los plásticos y los nutrientes arrastrados por la tierra también están matando la vida silvestre; se estima que cada año, ocho millones de toneladas de desechos plásticos terminan en los océanos del mundo. De igual manera, la contaminación por nutrientes derivada de la descarga de aguas residuales está contribuyendo a la creación de zonas muertas; casi el 80 por ciento de las aguas residuales e industriales del mundo se descargan sin tratamiento en los ríos que desembocan en el mar. Todas estas amenazas erosionan su capacidad para proporcionar alimentos nutritivos y saludables, trabajos, medicinas y productos farmacéuticos, así como para regular el clima, por decir lo menos.

Diversos procesos durante millones de años dieron lugar a los océanos, pero tristemente y al ritmo de contaminación actual, podrían quedar irremediablemente dañados en menos de medio siglo, estamos sobrevalorando su poder de regeneración y llevándolos al límite. Además no olvidemos el ciclo, el mar nos recicla y devuelve lo que hemos vertido en él: calor, peces con metales pesados y microplásticos, aguas acidas, desastres “naturales”... No obviemos la singularidad del agua en sí misma, que nuestro planeta es una inmensa bola azul que flota en el espacio y que por más que buscamos no hay otra igual. Involucrémonos en las acciones personales orientadas a su mantenimiento, manejo sustentable y conservación y ¡pongamos de moda a los océanos!

 

Ilustraciónes

Emiliano Montero