Entender los distintos rasgos conductuales en animales, ya sean domésticos o silvestres, entre ellos mamíferos, reptiles, aves, anfibios o insectos, cobra especial relevancia cuando se trata de generar estrategias para conservar especies en peligro de extinción, ya que invariablemente, los rasgos conductuales que han permanecido a través de la historia evolutiva de estas especies, les han permitido sobrevivir. En el caso de plagas agrícolas como las Moscas de la Fruta, que agusanan los frutos, y que son controlados mediante la Técnica del Insecto Estéril, desarrollar cepas con individuos más “audaces” que otros en la búsqueda de su pareja, sería importantísimo.

Sih y su grupo de trabajo (2004), le dieron el nombre de “rasgos conductuales o tendencias conductuales” a los tipos de “temperamento” que exhibe un individuo a lo largo de su vida y entre distintas conductas. Así, observamos en la naturaleza individuos más intrépidos o más curiosos cuando se trata de explorar ambientes poco conocidos, es decir individuos que entre su colectivo son más propensos a buscar novedades, a éstos, los expertos los denominan “neofílicos”. Por ejemplo, si pensamos en las palomas de un parque, habrá algunos que invariablemente ante la escasez de alimento, se acercarán con prontitud y relajación a la galleta que se nos acaba de caer, mientras que otros permanecerán largamente esperando a que nos vayamos, e inclusive, por más hambre que tengan no se acercarán. Los individuos más “audaces” también se desenvuelven mejor en ambientes estresantes, y serán reproductivamente más exitosos, es decir conquistarán más hembras, mientras que aquellos que evaden la novedad, es decir, los “neofóbicos”, se adatarán difícilmente a ambientes cambiantes, pero contarán con otras destrezas, es decir, no serán presa fácil del perro que se interese por la misma galleta, y no serán tan vulnerables a enfermedades o infecciones, considerando que evaden riesgos innecesarios.

Curiosamente, estos rasgos no sólo son propios de vertebrados, también se encuentran en invertebrados, como los insectos. Estas conductas son heredables, y por si fuera poco existe la sospecha que pueden transmitirse entre los distintos estadios en un mismo individuo, es decir algunos estadios juveniles de grillos, cucarachas o catarinas pueden ser igual de “audaces e intrépidos” que adultos, al momento de seleccionar, por ejemplo, una pareja. Por otra parte, entre un colectivo de abejas, podemos encontrar algunas que serán más agresivas tanto para proteger su colmena, como para buscar alimento, o ciertas Moscas de la Fruta hembras exhiben preferencia por la novedad y en ocasiones “se arriesgan” a seleccionar frutos poco comunes en los cuales dejar su descendencia, mientras que otras “menos audaces” revisarán con especial cautela el fruto como recurso de oviposición, asegurándose que la “decisión” sea la correcta, y generando con ello las condiciones apropiadas para su descendencia. En investigaciones recientes próximas a ser publicadas, descubrimos que, al estudiar 240 hembras de la Mosca Mexicana de la Fruta, la mayor plaga de los cítricos, durante 20 días continuos, ciertas hembras destacaban por exhibir una “personalidad” diferente a la hora de enfrentar un reto experimental. ¡Increíble!

Pero, ¿por qué encontramos personalidad desde los insectos hasta los humanos? ¿A qué se debe que algunos sean proactivos y otros reactivos? Estas son algunas de las muchas preguntas que investigadores en el área de la conducta nos hemos hecho por años, y a las cuales hay más interrogantes que respuestas. El hecho es que la variabilidad en toda conducta, ya sea individual o grupal, tiene ventajas para los individuos que le permitirán sobrevivir a entornos poco favorables. Es muy probable que estas tendencias conductuales o personalidades estén arraigadas ancestralmente. Entonces - ¿Habrá bacterias con personalidad? Sin duda, esa pregunta y muchas otras, todavía deben responderse.

 

Referencias

  • Amat, I., Desouhant, E., Gomes, E., Moreau, J., & Monceau, K. (2018). Insect personality: what can we learn from metamorphosis? Current Opinion in Insect Science, 27, 46-51.
  • Jandt, J. M., Bengston, S., Pinter‐Wollman, N., Pruitt, J. N., Raine, N. E., Dornhaus, A., & Sih, A. (2014). Behavioural syndromes and social insects: personality at multiple levels. Biological Reviews, 89, 48-67.
  • Modlmeier, A. P., Keiser, C. N., Wright, C. M., Lichtenstein, J. L., & Pruitt, J. N. (2015). Integrating animal personality into insect population and community ecology. Current Opinion in Insect Science, 9, 77-85.
  • Monceau, K., Moreau, J., Poidatz, J., Bonnard, O., & Thiéry, D. (2015). Behavioral syndrome in a native and an invasive hymenoptera species. Insect Science, 22, 541-548.
  • Sih, A., Bell, A. M., Johnson, J. C., & Ziemba, R. E. (2004). Behavioral syndromes: an integrative overview. The Quarterly Review of Biology, 79, 241-277.
  • Sih, A., Bell, A., & Johnson, J. C. (2004). Behavioral syndromes: an ecological and evolutionary overview. Trends in Ecology & Evolution, 19, 372-378.

 

Pies de figuras

Fig 1. Chapulin (Melanoplus sp.). Crédito: Gonzalo Suárez Costeño.

Fig 2. Gato doméstico (Felis catus). Crédito: Brenda Springfield Sivinski.

Fig 3. Rana arborícola. Crédito: Andrea Birke

Fig 4. Hembra de Mosca mexicana de la fruta (Anastrepha ludens) ovipositando en naranja. Crédito: Andrea Birke.

Fig 5. Perros domésticos (Canis lupus familiaris). Crédito: Aline Aluja Guillén

(slider) Hembra de Mosca mexicana de la fruta (Anastrepha ludens) ovipositando en toronja. Crédito: Erick Enciso Ortiz.