A mediados de enero empezaron a circular en la prensa internacional las noticias de la aparición en la ciudad china de Wuhan de un nuevo coronavirus que se transmitía entre humanos y causaba afecciones respiratorias, con consecuencias potencialmente fatales. Una semana después, cuando la cifra de personas fallecidas reportadas era de 17, un análisis de la estructura genética del nuevo virus SARS-CoV-2 mostraba su similitud con un coronavirus, CoV-RaTG13, encontrado en 2013 en murciélagos de herradura de la especie Rhinolophus affinis del sur de China. Cuando ya la pandemia del Covid-19 es historia o presente dramático en toda la humanidad, el hallazgo de una variedad de coronavirus afines en otras especies de esta familia de quirópteros (Rhinolophidae), apunta que en ellos está muy probablemente el ancestro biológico del virus que infecta a los humanos.

La mortalidad de los murciélagos también ha aumentado en el periodo de la pandemia humana del COVID-19, pero no debido a la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2, al que podrían ser inmunes, sino a la persecución a la que comunidades humanas mal informadas los están sometiendo. Tras la difusión en la prensa internacional e internet de la noticia de que el virus responsable del Covid-19 podía tener su origen en los murciélagos, circularon noticias de acciones de erradicación de estos mamíferos voladores en diversas regiones del mundo. En marzo, habitantes de la región peruana de Cajamarca intentaron eliminar los murciélagos de las cuevas locales mediante fuego. En abril en varias provincias de Cuba la gente quemó colonias de murciélagos en edificios y cuevas. A principios de mayo se produjeron matanzas de murciélagos frugívoros en varias áreas del norte de la India. Probablemente se han dado muchos otros sucesos parecidos que no han sido difundidos.

Sin embargo, el que una particular especie de murciélago asiático tuviera un virus parecido al SARS-CoV-2 no significa que los murciélagos en general representen una amenaza de infección para los humanos. Primero, los parientes próximos de ese virus se han encontrado en especies de murciélagos de herradura, y una especie de pangolín, que viven en el sur de China y el sureste asiático, y no en otras partes del planeta. Luego, la presencia de virus parecidos en murciélagos no significa que los humanos recibieran el CoV-2 de estos animales, sino que éste último evolucionó a partir de otros virus presentes en un tiempo anterior en los murciélagos (el RaTG13 fue colectado en 2013), al igual que los humanos y chimpancés hemos evolucionado desde un ancestro común que vivió en África hace unos millones de años.

El análisis de la estructura de los coronavirus identificados más recientemente en murciélagos y pangolines malayos confiscados en aduanas chinas (Manis javanica, mamíferos medianos con el dorso recubierto de placas córneas, superficialmente parecidos a los armadillos americanos), y su comparación con el CoV-2 humano, indican que todos los primeros muestran diferencias en las proteínas de las “espinas” que el virus emplea para anclarse a los receptores de la membrana de las células del hospedero, las cuales dificultarían su anclaje en las células humanas. Esto significa que ninguno de esos virus de animales puede haber saltado directamente al ser humano en su forma infectiva. Sin embargo, los genomas de los coronavirus de murciélagos de herradura CoV-RaTG13 y CoV-RmYN02, y el del Pangolín CoV-2020 contienen cada uno secciones casi idénticas a partes del código de las “espinas” del SARS-CoV-2 humano, que si se recortaran y pegaran darían lugar a una secuencia muy parecida a la del último. La presencia en el CoV-RmYN02 de una inserción del código de varios aminoácidos (las subunidades que conforman las proteínas) en un lugar de escisión entre las dos subunidades del gen S de la “espiga”, donde también el CoV-2 humano presenta una inserción diferente, indica que este corta y pega de genes (con el nombre técnico de “recombinación”) entre diferentes formas virales ocurre de forma espontánea en la naturaleza. O sea, todo apunta a que el CoV-2 ha emergido de forma natural, probablemente a través de un intercambio de partes del genoma (recombinación sería el nombre técnico) de varios tipos de coronavirus que han coincidido en animales que actuaron de hospederos intermediarios en una situación de proximidad con humanos en los que se seleccionó una variante infecciosa de persona a persona. Estos escenarios son comunes en el tráfico y mercado de vida silvestre en el Sureste de Asia, donde animales de diversas especies silvestres, murciélagos incluidos, son hacinados en encierros insalubres y en estrecha proximidad con animales domésticos y humanos. Estas situaciones también son comunes en África y, sin murciélagos, en Latinoamérica, México y su ciudad capital incluidos.

Entonces, resulta obvio que la erradicación de murciélagos que ni siquiera portan virus parecidos, pero tampoco la de los murciélagos de herradura asiáticos que sí los tienen, conlleva ninguna protección contra infecciones. Al contrario, puede resultar en el efecto contrario, ya que las perturbaciones o la destrucción de los hábitats naturales provocan el movimiento de los murciélagos a otras áreas donde se puede dar el contacto repetido con otros animales y humanos que puede facilitar la adaptación de los virus a otros hospederos. Además, la persecución de murciélagos tiene el tremendo costo de reducir o eliminar los valiosos servicios ambientales de reducción de las poblaciones de insectos que causan plagas agrícolas y forestales o son vectores de enfermedades, de polinización de plantas de interés comercial y silvestre, y de dispersión de semillas que estos mamíferos proporcionan. Lo que sí conviene evitar son las situaciones de hacinamiento de especies de animales silvestres y domésticos, cerca de comunidades humanas, como las que se dan en el tráfico y consumo de especies de la fauna silvestre, y cuando la reducción de los hábitats naturales obliga a la fauna a colonizar ambientes humanizados.

 

Figuras

Fig 1. (página de inicio) Los murciélagos de herradura del viejo mundo, mamíferos insectívoros del género Rhinolophus, albergan coronavirus muy cercanos al SARS-CoV-2, el responsable de la epidemia de Covid-19, aunque la transmisión directa al humano es altamente improbable. Foto internet.

Fig 2. Los pangolines están amenazados de extinción y son la especie de mamífero más frecuente en el tráfico de vida silvestre en China y el Sureste de Asia. Son comerciados en condiciones inmorales de hacinamiento e insalubridad, y en ellos se han encontrado también virus muy similares al SARS-CoV-2 humano. Foto internet.

Fig 3. En los mercados tradicionales del Sur de Asia se vende una gran variedad de fauna silvestre, que a menudo se mantiene en condiciones insalubres y de hacinamiento. Foto internet.

Fig 4. México no es ajeno al comercio ilegal de fauna silvestre y doméstica en condiciones deplorables, hasta en la capital del país, como en el mercado de Sonora. Foto internet.