A nivel global, desafortunadamente alrededor del 40 % de las especies de este grupo biológico están en riesgo de extinción. Las principales amenazas que enfrentan se relacionan con la pérdida o deterioro del hábitat, la contaminación, las especies invasoras, la sobreexplotación, las enfermedades infecciosas, así como el cambio climático. La protección de los anfibios es una tarea urgente, ya que su función en la naturaleza es de gran relevancia para el balance del ecosistema, y dadas sus características ecológicas y biológicas, los anfibios contribuyen al bienestar humano en ámbitos esenciales como la salud y la alimentación, entre otros.

Los anfibios generalmente son abundantes en la naturaleza, principalmente en bosques y humedales. Su importancia en el ecosistema se vincula fundamentalmente con su papel en la red trófica. Por una parte, son depredadores de una gran cantidad de invertebrados, como insectos y arácnidos, y por otra, son presa o alimento de otros animales, como mamíferos, aves, reptiles, peces e incluso insectos y arañas. Entre los insectos de los que se alimentan los anfibios, hay especies nocivas para el ser humano, como las que transmiten enfermedades como el dengue, el Zika o la malaria; o bien insectos que son plaga de cultivos agrícolas, como langostas y algunas especies de escarabajos. En este sentido, los anfibios ayudan a controlar poblaciones de insectos que diseminan enfermedades o que perjudican gravemente a la agricultura.

En un contexto médico o farmacológico, la piel de los anfibios posee una gran variedad de substancias con cualidades analgésicas y antibióticas. Dichas sustancias son objeto de un intensa investigación y en muchos casos ya son usadas para curar o tratar enfermedades en humanos. En la piel de algunas ranas se han encontrado analgésicos que son 200 veces más potentes que la morfina y se han identificado secreciones que pueden ayudar a tratar la enfermedad de Alzheimer o que son un potencial tratamiento contra la diabetes Tipo 2. Por otro lado, en distintos laboratorios alrededor del mundo se está estudiando la capacidad de algunas especies de anfibios para regenerar extremidades amputadas, con lo cual se busca incrementar nuestro conocimiento sobre cómo mejorar o ayudar a la regeneración de tejidos en personas con determinadas enfermedades o que hayan sufrido un accidente. El ajolote mexicano es un ejemplo de una especie de anfibio con la capacidad de regenerar extremidades, el cual es usado como modelo de estudio en laboratorios en diferentes partes del planeta.

Un dato que puede ilustrar la importancia de los anfibios en la medicina es que alrededor del 10 % de todos los premios Nobel en medicina han resultado de estudios con anfibios.

El número de especies estudiadas para reconocer sustancias con propiedades analgésicas, antibióticas o con capacidad regenerativa de extremidades es alrededor de una centena. En ese sentido, existe un enorme potencial, dado el gran número de especies que aún habitan en el planeta, para descubrir nuevas sustancias o capacidades biológicas en los anfibios que contribuyan al bienestar de la humanidad. La extinción de una especie representa, desde una perspectiva antropocéntrica, la pérdida de una posible solución de problemas presentes o futuros.

 

Fotos

Foto 1. Ajolote mexicano. Especie utilizada para estudiar la regeneración de tejidos y extremidades. Foto: Miguel Ángel Sicilia Manzo/CONABIO.

Foto 2. Sapo de caña o sapo gigante. Especie cuyas sustancias secretadas a través de su piel son estudiadas para tratar enfermedades o padecimientos en humanos. Foto: José Luis Aguilar López/CONABIO.

Foto 3. Rana leopardo del Río Bravo. Especie abundante y de amplia distribución cuya dieta incluye una gran cantidad de invertebrados. Foto: José Luis Aguilar López/CONABIO.

Foto 4. Renacuajo en metamorfosis. La reabsorción de la cola de los renacuajos durante el proceso de metamorfosis se estudia para entender la regeneración de tejidos y aplicar el conocimiento en seres humanos. Foto: Víctor Hugo Luja/CONABIO.