Liebres en la niebla

Alberto González-Romero y Gabriela Delgadillo-Quezada 

Las liebres y conejos son fácilmente asociadas al folklor popular, como parte de las supersticiones paganas germanas de donde deriva el conejo de pascua, de leyendas mayas como el conejo en la luna o de algunas fábulas memorables, y siempre se les ve como una representación simbólica de abundancia y reproducción; inclusive se les ve como mascotas, tiernos y lindos. Pero rara vez se asocian a problemas de conservación.

México es un país Megadiverso, posee alrededor del 20% de todas las especies conocidas del mundo, también es el país con mayor diversidad de lagomorfos (conejos y liebres), ya que este grupo se encuentra bien representado, existen 15 especies, 10 son conejos y cinco son liebres, de las cuales tres son endémicas del país, es decir que no existen en ningún otro lugar del mundo, a pesar de esto, sólo dos se han estudiado a profundidad. 

La pregunta es, si existen tantas especies de lagomorfos, ¿por qué existen tan pocos estudios? En parte, en México no se destina mucho presupuesto a investigación de campo, por lo que se priorizan aquellas especies carismáticas (mariposa monarca), endémicas (teporingo) o cuyas poblaciones se vean seriamente afectadas por las actividades humanas y la pérdida del hábitat (jaguar). 

Aunado a esto, la creencia popular siempre hace suponer que las liebres son especies muy prolíficas que se encuentran en gran abundancia y en muchos casos se les considera plaga. No fue sino hasta mediados de los años 70’s cuando se comenzó a observar y a documentar el descenso en las poblaciones de liebres. 

Una de las liebres de las que menos se conoce es la liebre torda (Lepus callotis), que se conoce también como liebre de flancos blancos, es una liebre relativamente grande y se caracteriza por su color gris rojizo y los prominentes costados blancos, se le encuentra desde el extremo sur-oeste de Nuevo México EE.UU. (donde casi ha desaparecido) hasta el norte de Oaxaca y se encuentra presente en el Valle de Perote. 

Más allá del paisaje del bosque de niebla y los taciturnos días de lluvia que nos rodean en la Cuidad de Xalapa, se encuentra el Valle de Perote, región comprendida entre los estados de Veracruz y Puebla, que representa la zona semi-árida más húmeda de México, aislada por la Sierra Norte de Puebla y la Sierra del Cofre de Perote cuyo aislamiento ha favorecido que se desarrolle una flora y fauna únicas. Desafortunadamente esta área tiene una triste historia de sobrexplotación que data de hace 500 años, donde más del 60 % de la cobertura vegetal ha desaparecido, y en los últimos 50 años la vegetación restante ha sido fragmentado y modificada severamente por lo que muchas especies han visto reducido su hábitat y sus poblaciones. 

Es aquí donde encontramos una pequeña población de la liebre torda que, por lo degradado del ambiente ha tenido que conformarse con pequeñas zonas de pastizales e inclusive desplazarse al Matorral Rosetófilo, donde no solamente tiene que enfrentarse a depredadores, sino que tiene que competir con los conejos y los enormes atos de cabras que han tomado por rehén a todo el Valle, sin contar con las bajas que causa la cacería ilegal, los perros tanto ferales como de los pastores y la muerte por atropellamiento. A pesar de esto la liebre se mantiene básicamente de algunos pastos, que forman parte esencial de su dieta. 

¿Cuántas liebres hay?, ¿cuánto tiempo puede sobrevivir la población a estas condiciones?, son las preguntas que nos hacemos, ya que nuestro modesto estudio de un año nos indica que la población presenta números bajos, pero es necesario seguir monitoreando las poblaciones, no solamente en el Valle de Perote, sino en todo México, para saber si estamos tratando con una especie con problemas de conservación o sólo observamos un mal año debido a las pobres lluvias del año de nuestro estudio que trajo consigo escasez de alimento. 

Una voz desde Estados Unidos nos dice que no, que la liebre torda es muy susceptible a las modificaciones del hábitat y en algunos años podría formar parte de la lastimosa y extensa lista de especies en peligro de extinción. Se desconoce en realidad cuantas liebres de esta especie queden en todo México, aún hacen falta muchos estudios en todo el país. 

Existen esfuerzos locales de conservación, aunque no dirigidos a las liebres, por ejemplo, en el Valle de Perote, los ejidos han designado zonas de conservación en donde desde hace más de 20 años han reforestado plantando pinos en estas áreas, por lo que han favorecido a la fauna en general, entre la cuál está la liebre, además de que la vegetación llegó a recuperarse en forma sorprendente. Sin embargo, siempre nos encontramos con la desagradable sorpresa año tras año, de que estas áreas, pequeñas pero importantes, han sido quemadas y año tras año, la agricultura les va robando terreno. 

Antes de que la liebre se convierta en un eco apagado que desaparece en la niebla y caen en el abismo del olvido donde yacen los fantasmas del ayer, es importante que la gente especialmente los tenedores de la tierra vean a estos magníficos animales no como plagas o animales sin valor, sino como parte de su herencia natural, como un recurso valioso que puede significarles ganancias mediante una actividad cinegética (de caza) bien administrada como sucede en Europa en donde la cacería deportiva de la liebre representa una derrama económica muy importante para las localidades que las tienen y conservan.