¿Es posible imaginar un Veracruz sin café?

Dr. Robert H. Manson

 

Hace unos años fue inimaginable, con las zonas montañosas del estado de Veracruz  cubiertos de fincas de café de sombra produciendo un grano importado de África hace dos siglos y que, durante todo ese tiempo, ayudó asegurar el bienestar socioeconómico de miles de familias Veracruzanas y la conservación de nuestra riqueza biológica.

Sin embargo, hoy en día enfrentamos unas decisiones sumamente importantes para el futuro de la cafeticultura en el estado de Veracruz - ¿Realmente queremos un estado sin la producción del café? ¿Qué implicaría eso y que consecuencias tendría?

Desde la desaparición del Instituto Nacional del Café con su sede en nuestro estado a principio de los 90s, el sector cafetalero ha sufrido de numerosos problemas incluyendo la falta de planeación nacional estratégica para la producción y comercialización del grano, así como una capacitación y un financiamiento adecuado para los productores. Como consecuencia, el sector ha vuelto cada vez más vulnerable a los ciclos de sobreproducción y bajos precios en los mercados internacionales y los productores están descapitalizados y desanimados. Hoy en día los hijos de los cafeticultores, viendo su sufrimiento, no quieren seguir los pasos de sus papas y el conocimiento acumulado de cientos de años de producción de este cultivo noble queda en los manos de productores con una edad promedio de 53 años. Aprovechando este problemático, ya cada ciclo de sobreproducción y bajos precios, están esperando las oportunistas interesadas sólo en maximizar sus ganancias en el corto plazo y que reconvierten las fincas a otros usos de suelo como los fraccionamientos de casas y caña de azúcar.  Se estima que en la región centro del estado de Veracruz 42 mil hectáreas del café han sufrido este destino en los últimas décadas. Sólo en el municipio de Coatepec, origen de un café considerado unos de los mejores a nivel mundial durante el último siglo, unos 7 mil hectáreas de café han sido reconvertidos a estos otros usos de suelos en los últimos 13 años. Con niveles de producción promedio de sólo seis quintales (sacos) de café por hectárea y una cultura dominada por la venta de café en cereza a precios mínimos, el futuro del café en el estado de Veracruz no es muy alentador. Ha llegado el momento de reflexionar sobre este cultivo y su importancia para nosotros. 

Aparte de comprender una parte importante de la cultura Veracruzana, las fincas de café brindan muchas otras beneficios que se deben considerar en contemplar el destino de este cultivo en el estado. Para empezar la gran diversidad de árboles en las fincas de café de sombra son hábitat para muchas especies de plantas y animales del bosque mesófilo de montaña o bosque de niebla, un tipo de bosque sumamente importante por su biodiversidad pero también altamente amenazado. Los cafetales comprenden 35% de la cobertura arbórea en la zona montañosa del estado, así creando corredores biológicos que permitan el movimiento de animales entre remanentes de bosque y zonas de amortiguamiento alrededor de estos fragmentos capaces de minimizar los cambios microclimáticos que reduzcan el hábitat disponible para especies que viven dentro de ellos. La belleza escénica de paisajes dominados por fincas de café de sombra ayuda a asegurar un flujo importante de turistas a la región centro del estado de Veracruz. Sus grandes árboles son capaces de guardar cantidades importantes de carbono, y así reducir uno de los más importantes gases de efecto invernadero causantes del cambio climático afectando nuestro estado. Finalmente, hay evidencia de que las fincas de café bien manejadas son capaces de detener el escurrimiento pluvial superficial, aumentar la recarga de los mantos acuíferos y así minimizar el riesgo de ciclos de inundaciones y sequías, que están afectando extensiones importantes del estado de Veracruz.

En suma, los efectos positivos de estos y otros servicios ambientales proporcionados por  fincas de café de sombra en la región muestran que nos conviene mucho conservarlas y evitar que sean reconvertidas a otros usos de suelos más intensificados. Sin embargo, si realmente queremos seguir beneficiando de estos servicios en el futuro y disfrutando una de las mejores tasas de café a nivel mundial, tendremos que ser dispuestos a ayudar a los cafeticultores de nuestra región en su momento de crises. Al calce menciona algunos ideas de cómo todos nosotros podamos contribuir a resolver esta problemática:

 

  • Debemos ser orgullosos de nuestra historia y de nuestra calidad de café y promoverlo no sólo a nivel nacional e internacional, pero también en nuestras propias casas. El consumo de café per cápita en México ha casi duplicado en el último década alcanzando unos 1.5 kilos de café por persona en el 2012. Si sigue esta tendencia y alcanzamos a países como Brasil donde se consume unos 4 kilos de café por persona cada año, casi todo el café de México sería para autoconsumo y nuestros productores no tendrán que depender de la exportación del grano.
  • Debemos comprar más café certificado ya que los sellos de café certificado (por ejemplo, el café orgánico, café justo, etc.) aseguren que nuestros productores tengan acceso a los nichos de mercado que están creciendo a ritmos mucho mayores que el café genérico, que ofrecen sobreprecios y precios mínimos garantizados a los productores con manejos sustentables de sus fincas.
  • Hay que fomentar más pagos a cafeticultores por los múltiples servicios ambientales proporcionados por sus fincas, tanto en los programas nacionales y locales como FIDECOAGUA en Coatepec que ha sido un líder nacional en este sentido. Asimismo, es importante mencionar que los cafetales de sombra son sistemas agroforestales que deben ser elegibles para apoyos tanto del sector forestal (CONAFOR) como el sector agrícola (SAGARPA). 
  • Debemos exigir que los nuevos fraccionamientos que se construyen en nuestros alrededores sean más sostenibles con sistemas de recolección de agua de lluvia y de tratamiento de aguas negras que realmente funcionen y que surgen no de la deforestación, sino de la reconversión de zonas degradadas.
  • Se debe fomentar una política agraria capaz de identificar y estimular la siembra cultivos en su zona de crecimiento optima y que evite la expansión de cultivos de riego en zonas de estiaje. Para el sector cafetalero en particular, urgen nuevas políticas públicas estratégicas que brinden la asistencia técnica y financiera necesaria para asegurar su competitividad en el mediano-largo plazo. 

 

En fin, no hacen falta ideas de cómo podamos premiar a los productores y fomentar un manejo más sustentable de sus fincas de café pero urgen políticas públicas que reconozcan el papel de los cafetales para mantener el bienestar socioeconómico de poblaciones aledañas y que fortalezcan y conserven su capacidad de seguir brindando múltiples servicios ambientales. Así, el gusto del café sería no sólo por sus cualidades intrínsecas como brebaje estimulante, sino por sus impactos benéficos para el estado de Veracruz y su gente.